2 de abril de 2018

Persiguiendo escapes

Mil veces me he querido escapar. Mil veces lo he hecho.
Pero hoy me quedo.
En tu voz, ploqui.
En tu llanto.
Con tu visión en blanco y negro desarrollaste ese tacto cromático.
Vidente de montañas nocturnas y paisajes llenos de luz.
Tu predicción educada facilitó el espacio para lo que ahora ocurre.
Acostados, hablaste de dos complementos. Para mi alma que, cansada de nadar en ríos-misterio, encontró tu laguna de profundidad infinita.
Para tu oculto amor que, cansado de escondites temporales, encontró refugio.
Al mar abierto le tengo miedo.
Al espacio exterior.
A esas estrellas a miles de años luz de distancia.
Porque nuestra vida da para una sola estrella.
Tu predicción habló de que sea ésta la nuestra.
Si me escapo, será en tu mano, agarrado fuerte.
Estrella-guía, construimos este cimiento dinámico y digno.
Afuera nos mueve la amenaza de que la casa se derrumbe, pero el sótano no es la respuesta: es la azotea.
Tu antena en mi tele.
Mis subtítulos en tu película.
Calculamos no el riesgo de no volvernos a ver, sino el riesgo de vernos bien, de cerquita.
De cerquísima.
Con mi miopía a la distancia desarrollé este tacto geográfico de mapas internos y viajes orientados por el viento.
Le pusiste música a mi monólogo y lo convertimos en canción. Le puse letra a tu afecto y bailamos.
Tantas veces como mi obsesión por tu amor te nombre de manera consecutiva.
También en silencio:
Puedes llorar todas las veces sin pedir perdón.
En un video pateas la pelota con tu propia gracia y entrelazas deseo con disciplina para que entre en mi vida.
Vamos persiguiendo nuevos escapes ahora.
Ahora que tengo con quién escaparme, no de quién.
Ahora que encuentro un jardín fértil, no una semilla aleatoria.
Ahora que construyo en la vigilia y no en el sueño.
Despiertos, cuidando la realidad del otro a través del cuidado de nuestra propia realidad.

15 de marzo de 2018

Marca Silvestre

Su propensión a las lagañas acusan que se ha despertado tarde. Cuándo no.
El día, sin embargo, es largo.
Hay tiempo.
No siempre tanto como él quisiera, pero hay.
Últimamente los días han sido más largos, pues está creciendo.
Ubicado irrevocablemente (quizás sin preverlo ni decidirlo) en una rotunda "Y", un impacto lo ha partido en dos pedazos que ahora buscan reconciliación.
Y la encontrará. Quizás no ahora, pero la encontrará.
El día está para otras cosas.
Para explorar la vida partido en dos.
Para conocer de cerca el dolor y entender que nada se va hasta no dejarnos lo que nos tiene que enseñar.
Para aceptar que las bifurcaciones son la marca de agua de la naturaleza.
Para creer.
Para volver a sentir.
Para soltar.
Para crecer.
Su florecimiento ha sido tardío, pero inequívoco, y ahora se talla los ojos y se desprende de esas lagañas que por tanto tiempo han sido su propia marca.
¿Qué hacer con esa emoción que durante tanto tiempo evitó? Toca tocarla.
Un (in)oportuno crossfade anuncia cambios de ritmo.
¡Qué es esa música desconocida! Piensa.
No la quiere tocar. No la quiere bailar. No la quiere escuchar.
Extraña la melodía de la canción que terminó.
Es cierto que la casa se siente muy fría. Que la cama se siente muy grande. Muy densas las cobijas.
Muy pesada la bicicleta.
Muy lejano el destino.
Y, aunque algunos días son mejores que otros, son los días malos, hasta hoy desconocidos, los que no soporta.
Sin embargo, se quita esas cobijas, se levanta de esa cama y habita esa casa: es su casa ahora. Se sube a esa bicicleta y acepta ese destino, cuya ruta, llena de bifurcaciones, le recuerda que también dejar de decidir es una decisión.
A pesar de que extraña esa otra melodía, abre los oídos y escucha lo que ahora suena. Aún con el dolor en los pies, baila. Toma esa guitarra y toca: toca tocarla.
No es tan malo.
Mira las lagañas cristalizadas en sus dedos. Luego lo cree. Se las sacude, las suelta.
Crece.
Toca crecer.
Siente. No siempre lo que él quisiera, pero siempre siente.
La vida hoy está para eso. 
Hoy está vivo, y en qué momento.