Aguas claras y aguas oscuras, pero navegando.
Y seguí el viaje, pues no podría haber parado, imposible.
Navegar y conocer lo desconocido. Y navegar más y desconocer más, también.
Y el mundo, que es grande (qué digo grande, infinitamente explorable, pues el tamaño de las cosas es una mera cuestión de persepectiva) tampoco deja de rodar.
Así navegar y conocer otros mundos dentro de éste, y afuera también.
¿Sería también mundo el de afuera?
Para contestar fue necesario seguir navegando.
16 de agosto de 2010
11 de agosto de 2010
Metrobús
Viajar en metrobús, además de ahorrar tiempo y evitar el tráfico, tiene varias ventajas desconocidas. Así, casi sin pedirlo, entró un niño futbolista —tal vez siete años— y su padre —más de cuarenta—. Hablaba: de futbol, de televisión, de casi cualquier cosa. El padre escuchaba: impaciente. Pero la energía de un niño para hablar (cuando la tiene) es inagotable.
Le pidió: Papá, deletrea Wal-Mart (pasábamos cerca de uno). El papá lo hizo: Doble u, a, ele, eme, a, erre, te. Pasó un rato, y luego pasamos cerca de ese edificio: A ver, papá, deletrea Secretaría de Seguridad Pública. El papá, que ya desde antes mostraba desgano, sólo dijo que no.
Pero las energías no se acaban cuando hay algo de que hablar, y en ocasiones lo olvidamos. Algunos niños no lo hacen: Bueno, una más corta, dijo al final.
Le pidió: Papá, deletrea Wal-Mart (pasábamos cerca de uno). El papá lo hizo: Doble u, a, ele, eme, a, erre, te. Pasó un rato, y luego pasamos cerca de ese edificio: A ver, papá, deletrea Secretaría de Seguridad Pública. El papá, que ya desde antes mostraba desgano, sólo dijo que no.
Pero las energías no se acaban cuando hay algo de que hablar, y en ocasiones lo olvidamos. Algunos niños no lo hacen: Bueno, una más corta, dijo al final.
3 de agosto de 2010
Sobre la cornisa
Inevitable aunque lo preví
Camino otra vez sobre la cornisa
Y este cambio repentino que no avisa
¿También te habrá dejado algo de mí?
Hace un par de años yo creí
Que tu sonrisa no era mía
Y ahora, sin saberlo todavía
Ya no quiero hacerte sonreír
Una y otra vez sobre la cornisa
Y si me caigo, y si suaviza
Mi caída tu mirada de la que huí
Sería casualidad, sería por ser, tú dí
Inevitable: no tendría que ser así
Ni el miedo, cuando mi pie no pisa
Cuando subo y camino en la cornisa
Y todo por intentar olvidarme de ti
Camino otra vez sobre la cornisa
Y este cambio repentino que no avisa
¿También te habrá dejado algo de mí?
Hace un par de años yo creí
Que tu sonrisa no era mía
Y ahora, sin saberlo todavía
Ya no quiero hacerte sonreír
Una y otra vez sobre la cornisa
Y si me caigo, y si suaviza
Mi caída tu mirada de la que huí
Sería casualidad, sería por ser, tú dí
Inevitable: no tendría que ser así
Ni el miedo, cuando mi pie no pisa
Cuando subo y camino en la cornisa
Y todo por intentar olvidarme de ti
27 de julio de 2010
¡Eureka!
¡Eureka!, gritó Arquímedes, antes de saberlo, pero lo sabía.
¿Cómo, me pregunto, siempre me he preguntado, pudo gritarlo antes de saberlo? ¡Eureka!
Una idea no puede ser ni grande ni pequeña ni buena ni mala antes de abandonar la cabeza de quien la genera. Así lo veo, no puede. Es sólo una idea, nada más. Pero Arquímedes dijo eureka antes de salir y antes de sacarla (dicen que lo hizo desnudo). ¿Cómo supo?
Cuántas veces no lo he gritado, confiado; cuántas no he sacado; cuántas no desnudo.
Son quienes saben "eurequizar" la cabeza de los demás con una sola idea genuina los verdaderos genios. La pregunta es de qué depende. No sólo se trata de la gran idea (que antes de salir es sólo una idea, sin adjetivos), se trata, también, de aprender a venderla.
¡Lo he encontrado! aunque sea sólo personal, aunque mañana, al no escuchar ningún eco, se apague. Pero, por lo pronto, mientras me hace brillar desde adentro, ¡Eureka!
¿Cómo, me pregunto, siempre me he preguntado, pudo gritarlo antes de saberlo? ¡Eureka!
Una idea no puede ser ni grande ni pequeña ni buena ni mala antes de abandonar la cabeza de quien la genera. Así lo veo, no puede. Es sólo una idea, nada más. Pero Arquímedes dijo eureka antes de salir y antes de sacarla (dicen que lo hizo desnudo). ¿Cómo supo?
Cuántas veces no lo he gritado, confiado; cuántas no he sacado; cuántas no desnudo.
Son quienes saben "eurequizar" la cabeza de los demás con una sola idea genuina los verdaderos genios. La pregunta es de qué depende. No sólo se trata de la gran idea (que antes de salir es sólo una idea, sin adjetivos), se trata, también, de aprender a venderla.
¡Lo he encontrado! aunque sea sólo personal, aunque mañana, al no escuchar ningún eco, se apague. Pero, por lo pronto, mientras me hace brillar desde adentro, ¡Eureka!
26 de julio de 2010
Ya no está Gaby
Hoy ya no está. Y sé que ayer tampoco, ni antier, pero hace poco, lo juro, hace muy poquito, todavía sentía su calor.
Hoy más que nunca ya no está, hoy menos que siempre. Ahora me pesa su ausencia, su completa, rotunda y, por qué no, eterna ausencia; aunque hace poco, lo juro, hace muy poquito, todavía su boca se reía de la mía.
Pero hoy ya no está Gaby. Como a manera de cuento de Auster, ha pasado de ser la futura señora de Azul a la ex futura señora de Azul, pues con el presente no se juega.
Hoy que menos que nunca está aquí conmigo, y que la recuerdo con la profunda tristeza que me produce su alegre memoria, juro, lo juro, por si ya no me acuerdo en un futuro más futuro que su ahora ex futura permanencia, que hace poco, hace muy poquito, todavía me amaba.
Hoy más que nunca ya no está, hoy menos que siempre. Ahora me pesa su ausencia, su completa, rotunda y, por qué no, eterna ausencia; aunque hace poco, lo juro, hace muy poquito, todavía su boca se reía de la mía.
Pero hoy ya no está Gaby. Como a manera de cuento de Auster, ha pasado de ser la futura señora de Azul a la ex futura señora de Azul, pues con el presente no se juega.
Hoy que menos que nunca está aquí conmigo, y que la recuerdo con la profunda tristeza que me produce su alegre memoria, juro, lo juro, por si ya no me acuerdo en un futuro más futuro que su ahora ex futura permanencia, que hace poco, hace muy poquito, todavía me amaba.
21 de julio de 2010
Momia
Tenía cinco. En el concurso de disfraces del Montessori de San Jerónimo participé como una momia. Perdí.
Siempre le atribuiré mi derrota al calor. Resulta que mi mamá me mandó vendado hasta la cara, hasta la frente, hasta el pelo, que ya era mucho. Perdí el concurso de disfraces del día de muertos de 1992, en aquella escuela.
Y es que el jurado deliberó a partir de las doce del día, y qué calor para estar vendado hasta el cuello, hasta la cara, que ofrecí completa en mi derrota. "Y aquí tenemos al atropellado del periférico", apenas ahora recuerdo, dijo el juez, un maestro de primaria.
No era eso, era una momia, y se lo dije, a él y al público que presenció su juicio (y el mío, y mi defensa: era una momia, lo dije, pero nadie me escuchó: era una momia).
Así perdí el concurso, que aun si hubiera aguantado el calor (como aguanté la humillación de ser confundido con un simple atropellado), habría sido difícil ganar.
Una momia, hasta en estos días de tolerancia, puede menos que un atropellado, un muerto, en día de muertos. Porque una momia puede llegar a ser tan ajena que incluso un atropellado del periférico pude más y significa más, aunque los dos pierdan en contra de una carismática y trillada calabaza con cara de niño.
Fue mi cara, de niño, la que me delató, la que les permitió saber que no era yo, ni una momia, ni un atropellado. Era un perdedor vendado hasta el cuello.
Pero les gané: supe que perdería y supe pararme, frente a todos, como un gran y absoluto perdedor —atropellado—.
Siempre le atribuiré mi derrota al calor. Resulta que mi mamá me mandó vendado hasta la cara, hasta la frente, hasta el pelo, que ya era mucho. Perdí el concurso de disfraces del día de muertos de 1992, en aquella escuela.
Y es que el jurado deliberó a partir de las doce del día, y qué calor para estar vendado hasta el cuello, hasta la cara, que ofrecí completa en mi derrota. "Y aquí tenemos al atropellado del periférico", apenas ahora recuerdo, dijo el juez, un maestro de primaria.
No era eso, era una momia, y se lo dije, a él y al público que presenció su juicio (y el mío, y mi defensa: era una momia, lo dije, pero nadie me escuchó: era una momia).
Así perdí el concurso, que aun si hubiera aguantado el calor (como aguanté la humillación de ser confundido con un simple atropellado), habría sido difícil ganar.
Una momia, hasta en estos días de tolerancia, puede menos que un atropellado, un muerto, en día de muertos. Porque una momia puede llegar a ser tan ajena que incluso un atropellado del periférico pude más y significa más, aunque los dos pierdan en contra de una carismática y trillada calabaza con cara de niño.
Fue mi cara, de niño, la que me delató, la que les permitió saber que no era yo, ni una momia, ni un atropellado. Era un perdedor vendado hasta el cuello.
Pero les gané: supe que perdería y supe pararme, frente a todos, como un gran y absoluto perdedor —atropellado—.
6 de julio de 2010
Si tú sí...
"A ver si tú sí duras", con la mirada hacia otro lado, pues era su prima...
Ahora que terminó me pregunto si he durado, como en respuesta a una pregunta que alguien me hizo sin querer hacerme nada, sin querer siquiera verme. Creo que llegó para ponerle una inyección a alguien más, pero me la puso a mí.
Ahora que terminó me pregunto si he durado, como en respuesta a una pregunta que alguien me hizo sin querer hacerme nada, sin querer siquiera verme. Creo que llegó para ponerle una inyección a alguien más, pero me la puso a mí.
5 de julio de 2010
Recuerdo
A las 23:23 horas tomé con la mano derecha la caja de cereal: "... si regresa, es tuyo, si no, nunca lo fue", terminé de leer.
Aunque la palabra nunca es demasiado extensa para ser mencionada en un sólo momento, aunque yo no quería, en realidad, tener nada, entendí que era necesario tomar una decisión. La consecuencia sería recordarlo o vivirlo otra vez, y ni el recuerdo ni yo decidiríamos. Sería, tal vez, ella, tal vez la vida. Tal vez nunca más.
Para quedarme, entonces, con ella o con su recuerdo. Pero alguno de los dos, sin duda —acaso ambos—, tendría que terminar por esfumarse con el tiempo.
Tendría que terminar por seguir siendo sólo la vida.
Aunque la palabra nunca es demasiado extensa para ser mencionada en un sólo momento, aunque yo no quería, en realidad, tener nada, entendí que era necesario tomar una decisión. La consecuencia sería recordarlo o vivirlo otra vez, y ni el recuerdo ni yo decidiríamos. Sería, tal vez, ella, tal vez la vida. Tal vez nunca más.
Para quedarme, entonces, con ella o con su recuerdo. Pero alguno de los dos, sin duda —acaso ambos—, tendría que terminar por esfumarse con el tiempo.
Tendría que terminar por seguir siendo sólo la vida.
Las palabras
Es verdad que las palabras también se escuchan en el silencio. Querría haberlo dicho de esta o de alguna otra manera. Ahora hay silencio, porque el silencio también se escucha en las palabras.
"Te quiero, y eso es suficiente", pensé en silencio. Lo escribí para no olvidarlo, lo escribí para algún día decirlo, para algún día decírselo.
Pero no, al final no atiné a decirlo (ni siquiera atiné a escucharme en silencio), sólo atiné al desatino.
Pienso en lo que se ve cuando no hay fuerza para abrir los ojos, en lo que se siente cuando no hay fuerza para salir, en lo que se escucha cuando no hay fuerza para callar.
Porque aunque haya palabras más bonitas que el silencio, son tan pocas que difícilmente se escuchan ya.
Y es entonces cuando la búsqueda cesa, cansada de sí misma. Ya no se ve, ya no se siente, ya no se oye.
"Te quiero, y eso es suficiente", pensé en silencio. Lo escribí para no olvidarlo, lo escribí para algún día decirlo, para algún día decírselo.
Pero no, al final no atiné a decirlo (ni siquiera atiné a escucharme en silencio), sólo atiné al desatino.
Pienso en lo que se ve cuando no hay fuerza para abrir los ojos, en lo que se siente cuando no hay fuerza para salir, en lo que se escucha cuando no hay fuerza para callar.
Porque aunque haya palabras más bonitas que el silencio, son tan pocas que difícilmente se escuchan ya.
Y es entonces cuando la búsqueda cesa, cansada de sí misma. Ya no se ve, ya no se siente, ya no se oye.
21 de junio de 2010
A partir del tiempo
Pensé en otra oportunidad. Viajar en el tiempo, parecía. El tiempo de adentro me hizo recordar que es posible viajar al pasado. El tiempo de afuera, sin embargo, siempre avanza hacia adelante.
Ir dos años al pasado dos años después, sólo para regresar a este momento, que siempre se esfuma al intentarlo describir.
Ir dos años al pasado dos años después, sólo para regresar a este momento, que siempre se esfuma al intentarlo describir.
14 de junio de 2010
La diferencia
El error está en no empezar por las diferencias. Se trata de ver primero qué es distinto, con la finalidad de ver cómo se puede parecer y cómo, definitivamente, no.
Todo porque los seres humanos tienen una tendencia natural, una vez que se han adaptado a un entorno generalizable, a repeler —a odiar, en ocasiones— todo lo que resulte ajeno (o demasiado cercano).
Todo porque los seres humanos tienen una tendencia natural, una vez que se han adaptado a un entorno generalizable, a repeler —a odiar, en ocasiones— todo lo que resulte ajeno (o demasiado cercano).
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