Aunque, lo reconozco, mis ideas se han apagado desde la catástrofe, en ocasiones, sin importar mi estado anímico, me da por expresarme.
El problema es que no puedo; o quizás el problema sea que quiero algo demasiado grandilocuente, y no puedo. En todo caso, lo sé, la práctica construye maestros.
Quiero decir que no voy a dejar de practicar un arte tan noble y directa, o tal vez, incluso, tan inerte.
21 de marzo de 2011
2 de marzo de 2011
Cómo convivir con un delirio
Un delirio es una idea deliciosa. Qué sabor que tienen los delirios. Dulces, amargos, salados, agrios o picantes, saben, saben mucho.
Pero la característica fundamental de los delirios es que por adentro parecen magníficos, maravillosos, aterradores o, incluso, oníricos, y ya por afuera parecen todo menos una idea valiosa. Que por adentro son perfectos, y por afuera desaparecen.
Bien, tan complicados como pueden parecer, hay formas de lidiar con ellos y seguir el día a día sin hacer demasiado revuelo.
Se trata de conocerlos, de apreciarlos, de acariciarlos, incluso, y de dejarlos fluir. Cuando llegan a salir (porque los delirios más grandes buscarán siempre una ruta de salida) la gente no los entenderá, pero es que no es esa su función.
La función del delirio es permitirle a la cabeza ser un lugar grato para concebir ideas que en algún momento dejarán de ser delirantes para imprimir su huella en la realidad de los demás.
Así, entonces, delira con gusto y con precaución, lector, pues, con suerte, con fuerza y con paciencia, tus ideas podrán convertirse en algún hecho valioso.
Pero la característica fundamental de los delirios es que por adentro parecen magníficos, maravillosos, aterradores o, incluso, oníricos, y ya por afuera parecen todo menos una idea valiosa. Que por adentro son perfectos, y por afuera desaparecen.
Bien, tan complicados como pueden parecer, hay formas de lidiar con ellos y seguir el día a día sin hacer demasiado revuelo.
Se trata de conocerlos, de apreciarlos, de acariciarlos, incluso, y de dejarlos fluir. Cuando llegan a salir (porque los delirios más grandes buscarán siempre una ruta de salida) la gente no los entenderá, pero es que no es esa su función.
La función del delirio es permitirle a la cabeza ser un lugar grato para concebir ideas que en algún momento dejarán de ser delirantes para imprimir su huella en la realidad de los demás.
Así, entonces, delira con gusto y con precaución, lector, pues, con suerte, con fuerza y con paciencia, tus ideas podrán convertirse en algún hecho valioso.
25 de febrero de 2011
Fuerza
Que te has preguntado de dónde vienes. Yo también.
Que te has preguntado hacia donde vas. Yo igual.
Que las cosas a veces cambian de lugar. Lo sé.
Pero siempre, hasta en los momentos de mayor debilidad, la has encontrado. Hablo de la fuerza.
De la fuerza que nadie te puede dar. De la que nadie te puede quitar.
Hablo desde adentro. Hablo hacia afuera.
Tenla, no la apagues, pero tampoco la quemes.
Fuerza. Ten fuerza y saldrás.
Que te has preguntado hacia donde vas. Yo igual.
Que las cosas a veces cambian de lugar. Lo sé.
Pero siempre, hasta en los momentos de mayor debilidad, la has encontrado. Hablo de la fuerza.
De la fuerza que nadie te puede dar. De la que nadie te puede quitar.
Hablo desde adentro. Hablo hacia afuera.
Tenla, no la apagues, pero tampoco la quemes.
Fuerza. Ten fuerza y saldrás.
20 de febrero de 2011
Aprendiendo a amar
Quizás cuando lo logre ya no pueda compartirlo, pero quizás sí. Lo he hecho bien, pero también me he equivocado.
Quiero decir que sé hacerlo, pero también deshacerlo. Y este es un momento en que mis errores superan mis aciertos, por mucho.
Entonces me habla el silencio. Entonces me dice que hace falta más corazón. Lo escucho tanto como puedo. Lo callo tanto como puedo. Lo digo lo mejor que puedo.
Porque estoy aprendiendo a amar. Amar como sé que se puede. Dentro de mi inmadurez que me exige crecer, me detengo un momento a reflexionar y me doy cuenta de que no es posible dejar de aprender.
Que eso es la vida, un constante aprendizaje.
Y yo, dentro de ella, disfrutando y sufriendo alternadamente, me decido a hacer algo de lo más difícil: aprender a amar.
Quiero decir que sé hacerlo, pero también deshacerlo. Y este es un momento en que mis errores superan mis aciertos, por mucho.
Entonces me habla el silencio. Entonces me dice que hace falta más corazón. Lo escucho tanto como puedo. Lo callo tanto como puedo. Lo digo lo mejor que puedo.
Porque estoy aprendiendo a amar. Amar como sé que se puede. Dentro de mi inmadurez que me exige crecer, me detengo un momento a reflexionar y me doy cuenta de que no es posible dejar de aprender.
Que eso es la vida, un constante aprendizaje.
Y yo, dentro de ella, disfrutando y sufriendo alternadamente, me decido a hacer algo de lo más difícil: aprender a amar.
3 de febrero de 2011
Antipatía
Una pistola en su mano derecha. Otra en la mía.
Nos miramos a los ojos primero. Después nos apuntamos. Entretanto nos decimos no sé que cosas que ninguno piensa y que ninguno recordará.
Me gustaría decir que esta historia termina en algo bueno. Que tiene algún mensaje. Que todavía hay esperanza.
Nos apuntamos a la sien, y ninguno parece entender razones ni querer desistir de sus intenciones.
Entiendo entonces lo que significa empatía. Sentimos lo mismo, me imagino, hasta que, aterrado, miro su mano temblar.
Sé que no escucharé nada, pues probablemente la bala entre antes de poder oírla. Y aunque pudiera oírla.
Entiendo entonces lo que significa antipatía. Bajo el arma. Él también.
Nos miramos a los ojos primero. Después nos apuntamos. Entretanto nos decimos no sé que cosas que ninguno piensa y que ninguno recordará.
Me gustaría decir que esta historia termina en algo bueno. Que tiene algún mensaje. Que todavía hay esperanza.
Nos apuntamos a la sien, y ninguno parece entender razones ni querer desistir de sus intenciones.
Entiendo entonces lo que significa empatía. Sentimos lo mismo, me imagino, hasta que, aterrado, miro su mano temblar.
Sé que no escucharé nada, pues probablemente la bala entre antes de poder oírla. Y aunque pudiera oírla.
Entiendo entonces lo que significa antipatía. Bajo el arma. Él también.
31 de enero de 2011
El segundo optimista
Un segundo que no duraría más que eso. Pero fue suficiente para reconocer que todos, incluso los que creen conocerlo todo antes de vivirlo, cometen errores.
Y entonces me pregunté si vivimos sólo para recordar, si se trata de detenerse a esperar las atrocidades que se avecinan, o si la idea es hacer de éste, segundo a segundo, el mejor de los mundos posibles.
Y entonces me pregunté si vivimos sólo para recordar, si se trata de detenerse a esperar las atrocidades que se avecinan, o si la idea es hacer de éste, segundo a segundo, el mejor de los mundos posibles.
29 de enero de 2011
Esencia
A menudo lo olvido, o lo olvidamos, quizás. Hablo de la esencia.
No es ganar, como tantas veces se ha malentendido. Pero tampoco es sólo participar, disfrutar del juego por el honor de haber podido formar parte de él. Su esencia es mucho más simple: la esencia del juego es jugar.
Regresar, durante noventa minutos, a la niñez. Olvidar prejuicios. Reventar en emociones. Perseguir o atrapar un balón. Involucrarse tanto dentro del rectángulo verde que sea posible olvidar el tiempo y estar, simplemente, ahí. Borrar todo lo demás y saborear lo que significa la vida entonces.
La esencia no es ni ganar ni perder ni divertirse ni enojarse. La esencia del juego es aligerar todo peso y dejar que el balón, caprichoso, ruede.
Entonces, sin pensar demasiado, acaso sin siquiera reparar en ello, entonces sí, de manera aleatoria, casi automática, entonces sí, inconscientemente, sonreír.
No es ganar, como tantas veces se ha malentendido. Pero tampoco es sólo participar, disfrutar del juego por el honor de haber podido formar parte de él. Su esencia es mucho más simple: la esencia del juego es jugar.
Regresar, durante noventa minutos, a la niñez. Olvidar prejuicios. Reventar en emociones. Perseguir o atrapar un balón. Involucrarse tanto dentro del rectángulo verde que sea posible olvidar el tiempo y estar, simplemente, ahí. Borrar todo lo demás y saborear lo que significa la vida entonces.
La esencia no es ni ganar ni perder ni divertirse ni enojarse. La esencia del juego es aligerar todo peso y dejar que el balón, caprichoso, ruede.
Entonces, sin pensar demasiado, acaso sin siquiera reparar en ello, entonces sí, de manera aleatoria, casi automática, entonces sí, inconscientemente, sonreír.
25 de enero de 2011
Humor
Su familia decía que era un cerdo porque nunca se bañaba. Cada seis meses, más o menos, los dejaba sin argumentos.
20 de enero de 2011
La mudanza
Llegué a esta tierra hace poquito. Me dijeron que así estaría mejor, y, pues... pues por eso fue que vine para acá, para estar un poquito mejor.
No, no me quejo, no quiero generar malentendidos. Pero vine para acá para estar lo mejor posible; eso quiero: estar lo mejor posible, y pues... pues por eso vine para acá. Llegué lo más lejos posible en la otra, y no, no quiero que se me malentienda, no me fui por ingrato o por escapista. Me vine para acá para conocer algo que todavía no conozco, algo que aún no encuentro. Pero me dijeron que era por aquí.
No, no recuerdo quién me lo dijo. Ni por qué, ni cuándo. Pero quiero encontrar lo que no pude en la otra tierra.
Déjenme les platico cómo es la tierra de donde llegué, hace poquito. Es una tierra bien linda; un lugar de paisajes inimaginables y de estructuras inconcebibles. Hay un montonal de cosas que sé que aquí no voy a ver, pero vine para acá a conocer cosas que sé que allá no se acostumbran. Por eso me vine para acá, para conocer. Es que me gusta mucho conocer. Y pues... pues apenas llegué hace poquito, y apenas estoy conociendo. No quiero que se me malentienda: sí está muy lindo aquí, pero la verdad extraño mi lugar de origen.
Llegué a este nuevo lugar recién. Y ya le voy agarrando la vibra y el modo. Está medio difícil, no crean que no, pero ya que uno se va acostumbrando se puede uno dar cuenta de que las promesas que nos hacen para llegar acá no son del todo falsas.
Llegué, no crean que no, para estar a gusto aquí. Es sólo que a veces extraño la infinidad de posibilidades de donde soy originario. Aquí, claro, sé que la voy a hacer, nomás que no va a ser tan rápido como allá. Y es que allá los pasos se pueden dar bien grandotes: saltar alto, bajar suavecito y moverse, pues, rico.
No, no me malentiendan, aquí también, he visto, se puede uno mover rico, y saltar, y bajar. Pero como que el cuerpo pesa más, no sé. Como que los pasos se dan más lento, no sé. Como que las calles son más largas, no sé. Pero es el lugar al que llegué, al que vine con harto gusto, al que me mudé para hacer todo lo que allá no pude o no me salió.
Apenas hace poquito que llegué, y apenas le voy agarrando el gusto. Pero es que estaba acostumbrado a otras cosas, y llegar acá me cambió el panorama. No me imaginaba que la realidad fuera así.
Yo vengo de la fantasía, pero no me malentiendan, ahí la voy llevando, ahí la voy llevando.
No, no me quejo, no quiero generar malentendidos. Pero vine para acá para estar lo mejor posible; eso quiero: estar lo mejor posible, y pues... pues por eso vine para acá. Llegué lo más lejos posible en la otra, y no, no quiero que se me malentienda, no me fui por ingrato o por escapista. Me vine para acá para conocer algo que todavía no conozco, algo que aún no encuentro. Pero me dijeron que era por aquí.
No, no recuerdo quién me lo dijo. Ni por qué, ni cuándo. Pero quiero encontrar lo que no pude en la otra tierra.
Déjenme les platico cómo es la tierra de donde llegué, hace poquito. Es una tierra bien linda; un lugar de paisajes inimaginables y de estructuras inconcebibles. Hay un montonal de cosas que sé que aquí no voy a ver, pero vine para acá a conocer cosas que sé que allá no se acostumbran. Por eso me vine para acá, para conocer. Es que me gusta mucho conocer. Y pues... pues apenas llegué hace poquito, y apenas estoy conociendo. No quiero que se me malentienda: sí está muy lindo aquí, pero la verdad extraño mi lugar de origen.
Llegué a este nuevo lugar recién. Y ya le voy agarrando la vibra y el modo. Está medio difícil, no crean que no, pero ya que uno se va acostumbrando se puede uno dar cuenta de que las promesas que nos hacen para llegar acá no son del todo falsas.
Llegué, no crean que no, para estar a gusto aquí. Es sólo que a veces extraño la infinidad de posibilidades de donde soy originario. Aquí, claro, sé que la voy a hacer, nomás que no va a ser tan rápido como allá. Y es que allá los pasos se pueden dar bien grandotes: saltar alto, bajar suavecito y moverse, pues, rico.
No, no me malentiendan, aquí también, he visto, se puede uno mover rico, y saltar, y bajar. Pero como que el cuerpo pesa más, no sé. Como que los pasos se dan más lento, no sé. Como que las calles son más largas, no sé. Pero es el lugar al que llegué, al que vine con harto gusto, al que me mudé para hacer todo lo que allá no pude o no me salió.
Apenas hace poquito que llegué, y apenas le voy agarrando el gusto. Pero es que estaba acostumbrado a otras cosas, y llegar acá me cambió el panorama. No me imaginaba que la realidad fuera así.
Yo vengo de la fantasía, pero no me malentiendan, ahí la voy llevando, ahí la voy llevando.
16 de enero de 2011
Marihuana
Te dejaré, como un olvido en mis recuerdos, guardados en una caja metálica de color azul opaco. Te dejaré salir de vez en cuando a disfrutar de esta inexplicable —inequívoca— solución solitaria. Te dejaré adornos y memorias de lo que hiciste conmigo, de lo que no pude hacer contigo. Te dejaré.
En un silencio estridente, te dejaré. En una oscuridad brillante, te dejaré. En un regreso cíclico, te dejaré. En un espacio pequeño, en un cuarto, en un baño, te dejaré.
En el campo, en la cabaña, en lo que dices cuando callas y en lo que escucho cuando te apagas, te dejaré.
Te dejaré temporalmente, pues para siempre ya te había prometido. Te dejaré para siempre, al menos temporalmente. Te miraré, y a tu recuerdo; te olfatearé, y a tu esencia; te tocaré, y a tus semillas, y a los brotes.
Desde afuera, desde adentro y desde en medio, encerrado, te dejaré.
En un silencio estridente, te dejaré. En una oscuridad brillante, te dejaré. En un regreso cíclico, te dejaré. En un espacio pequeño, en un cuarto, en un baño, te dejaré.
En el campo, en la cabaña, en lo que dices cuando callas y en lo que escucho cuando te apagas, te dejaré.
Te dejaré temporalmente, pues para siempre ya te había prometido. Te dejaré para siempre, al menos temporalmente. Te miraré, y a tu recuerdo; te olfatearé, y a tu esencia; te tocaré, y a tus semillas, y a los brotes.
Desde afuera, desde adentro y desde en medio, encerrado, te dejaré.
9 de enero de 2011
Nada
En otro lugar. Esto debería ocurrir en otro lugar, pienso, mientras ocurre aquí. Y luego algo que detiene cual punto. Algo parecido.
Digo "en otro lugar" al hablar de la nada, el lugar que nunca ocurre. Hay otros espacios para la nada; lo único es que nada me detiene. De ahí la búsqueda.
Nunca importó, al final. Y si al querer decir nada destapo la posibilidad de volver a hablar.
Poco a poco.
Ya nada.
Digo "en otro lugar" al hablar de la nada, el lugar que nunca ocurre. Hay otros espacios para la nada; lo único es que nada me detiene. De ahí la búsqueda.
Nunca importó, al final. Y si al querer decir nada destapo la posibilidad de volver a hablar.
Poco a poco.
Ya nada.
21 de octubre de 2010
Música
Hoy es el día en que la música del azar toca sus mejores melodías en silencio. Un silencio tan fuerte que se escucha. Un hueco tan íntegro, tan rotundo, que pesa. Una armónico secreto.
Porque es sin dejar de tocar su melodía que el azar —siempre hermético— encuentra sentido en sí mismo.
Porque es sin dejar de tocar su melodía que el azar —siempre hermético— encuentra sentido en sí mismo.
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