1 de abril de 2023

41 vueltas

Lucía templada la noche.

Hacia el final, caminando, te dije que me gustabas tanto que podría despertar a tu lado, en la mañana. Una vez, dos veces, 27 veces.

41 veces también; con sus respectivas noches antecedentes, y con los astros alineados en virgo, ascendente aries.

Lucía: el cambio de temperatura de la noche se estancó en mi espacio.

Fue mi corazón quien se sintió en desventaja. En parte, claro, porque dije que me gustabas un chingo cuando lo que correspondía era escuchar a la atracción. También porque al acto de decirlo no le correspondió nada.

Y es que la semántica me significa lo más relevante para el primer encuentro entre dos mentes. Sus campos, sus archivos, su arte, sus orígenes.

También quedarme en mi estanque fue, paradójica y parabólicamente, abrir algunos de los archivos secretos de mi historia, casi sin trabas. Quiero decir que mostrarte mis trabas (la marca de mi trauma origen: el amor a cuentagotas) fue también un ejercicio denso en fluir.

En mis campos semánticos, la atracción, el gusto y el amor, se van redefiniendo por etapas, como una constelación en formación: polvo cósmico en tránsito estelar.

Así, la osadía al decir "me gustas", en vez de decir "me atraes", me transparenta primero conmigo: los cuerpos centrales de este polvo cósmico siguen siendo nebulosas.

Hacia la última vuelta, recalculé y recomputé el camino; mientras nos movíamos en círculos, mi discurso se enredó en otro círculo, contradictorio; y confieso que, aunque no sabía qué buscaba hasta antes de la primera taza de té, me encontré de frente con la belleza de tus cejas enmarcando tus palabras en tres dimensiones.

Primero, escuchabas muy atenta. Luego, dejaste de escuchar.

Y entonces te dije, desde luego: "me gustas".

 

Realidad virtual

da paso a una única salida

de la dimensión restringida

y a un contacto lateral,

 

tímido en la espalda

mi cautela, afuera, al transitar

es para cerrar los ojos y respirar

y escuchar cómo el pasado también respira


mi mano apenas en tu cuerpo

tacta la temperatura del agua 

siento cómo el frío atrapa

a la mente en un proceso que no fragua


abrirse a sentir significa estar vivo

la antítesis de mi contradicción

es que mis manos no necesitan explicación

para sentir que, simplemente, no ocurrió

 


Al final, un giro de volante inesperado nos colocó, a tiempo, en la entrada de tu edificio. Y me bajé del carro para volver a consultar con el tacto lo que mi mente bloqueaba: la temperatura y la química de nuestras aguas en libertad buscaron sin encontrar.

Metafóricamente, podría volver a recorrer tu camino para intentar encontrarnos (una vez más, sin número). Pero los estanques dicen más vacíos que llenos: el puente tenía un candado sin llave.


18 de marzo de 2023

Superpoder

Tengo un superpoder

del que no he hablado

consiste en inflar con aire el mundo

de las expectativas de los individuos

dividir todo luego en dos

(también cocinar arroz

y ponerle atún)


Seis líneas en vez de cuatro

para romper todas las reglas

inventar unas nuevas

como si al hacerlas

inventara una nueva relación

que añadiera a mi cuarto un espacio para dos


En múltiplos pares caben dos

caben tres, cuatro y seis, iguales

no sé si por necesidad, o por distancia

pero, si las letras tuvieran fragancia

el olor de este escrito suelto sería un borrador 

que da a pensar que antes de la nada siempre hay voz


Que si mi superpoder infla

el tiempo que hay que esperar

no es trivial observar

qué palabras llenan el tiempo entretanto

para dos, entretenidos, nunca es tanto

pues la característica central del tiempo es siempre llegar a un fin


Inicio de algo más

puerta-ventana-aluminio-calcomanía-litera

alitera entera como sudadera

suda y rima, encima

de lo que no puede saberse de inicio

escribir y leer, leer y escribir, alternados

linternados e iluminados

para, aún inflado y expectado, no poder saber a dónde vas

Planicie metafórica

Sol del tiempo en curva

Gravitación de hoyo blanco (teórico)

Mar de materia oscura y estrellas conexas 

Tópico capital extradistante

Trópico capital extraterrestre

Metatexto autorreferencial en inicios sustantivos

Fines adjetivos

Procesos creativos

Y medios adverbiales

Metatexto porque es así como escribo

La rima fluye cual cuchara en miel

En el estanque de tu piel

Un día cambié de nombre

No fue por ti, fue por la cumbre

En la cima, el derrumbe

Aligeraba el vacío de la saciedad cautiva

Limaba el confin de un cambio innecesario

Que al volver al origen se hizo evitable

Y saltamos

Desde bien abajo, hasta lo más alto

Luego caímos, inversos

Invertidos en lo que consutrimos

Pues le sacamos dividendo

División de tres entre dos

Que para no partir en decimales

Se cortó en relación uno a dos

Ganamos todos

Perdimos animales

Cual ovjeas

Trasquiladas,

Soltamos lana

Y me graduaste en soledad

 

Si no dejo de escribir, es por drama

Aquella que emana

Del corazón que casi sanó

Al que le faltó un pedacito

Y al que, en vez de curarse solito

Tú curaste

Y se retiró

para convertirse en hueco

de respiración

 

Crípticismo craneal

Aurora Boreal

Lesión sádica

accidental

maromática

Y aromática

Cual vela con sal

 

Respiro final

Respiro inicial

Conexión especial

Y la magia

De entender

La distancia ideal

 


4 de marzo de 2023

Tres detalles

 ¿Y si paro de contar? ¿Dónde acabarían los números? Seguro antes de llegar al infinito.

La luna bajó para que le apuntáramos y se puso grande, amarilla y dispuesta. Casi como si dijera: "dispara".

Aterrizamos en algún cerro, pues las estrellas requerían un agujero de gusano que no abrió la puerta desde el pecho. Quizás después.

La referencia al amor dada por la bandera de la intensidad hubo de cambiar su lírica, sus instrumentos, sus fantasías. Convertirse en el riesgo de una apuesta segura.

A tercera vista, surgieron tres detalles que nombraré crípticamente, a modo de juego. No hablo de las cosas que "después me podrían molestar", porque, si nos teletransportamos, el tiempo al que denomina la palabra después será otro y despúes ya no será después; en todo caso, será ahora, y en un ahora continuo, nada me molesta, ni siquiera mil disculpas.

Digresiono.

Invocamos, pues, de regreso, a la luna tres veces. La primera en mis oídos de nieve. La segunda en mi vista fría para el vino. La tercera en el sabor de tu cuerpo, Sofía.

Y fue el sabor de tu cuerpo el que desencriptó el mensaje.

Luego, claro, también el sueño en un claro de luna que desapareció y volvió a aparecer en otro momento: alusión a viajes temporales, a dormir en un punto geográfico y despertar en otro.

Suponiendo que todo lo que pase entre este ahora y aquel otro ahora sea como tener los ojos cerrados e integrar un sentimiento fuerte.

Que los días de la semana entre tres y cuatro, y justo un número antes de llegar al infinito, pasen tan rápido como quedarse dormido a tu lado. Con la misma calidez, al menos.

¿Dónde apareceremos cuando volvamos a abrir los ojos para encontrarnos?


22 de febrero de 2023

Magia, trigésima sexta parte

Te quiero contagiar de magia y regresar a las oraciones largas y a los párrafos de más de una línea. 

Hace exactamente (más o menos) veinte años, me senté en una banca verde y le puse al destino un pedal misterioso. Ella, tímida también en su atrevimiento, pisó. Era un día de reyes que me traería el único regalo que he estimado más que cualquier videojuego: la realidad de sentirse aceptado.

Entonces, tras mucho recorrido en el mismo terreno de juego, puedo decir que las huellas han dejado marcado el sendero que apunta a recorrerlo de nuevo.

¿Qué cambio traen las décadas que uno sigue siendo capaz de ver las cosas desde el interior del mismo patrón de apego con un tercer ojo viéndolo todo desde afuera? ¿Con un cuarto ojo viendo a los otros tres? ¿Con un quinto que carga el nombre del futuro?

Me confunde la flecha del tiempo. Atrás, adelante o, simplemente, aquí y ahora.

La derrota de los años, como un severo contraste con la victoria de los días, dice que es aquí y que es ahora: ¿en dónde te platico, Sofía?

Me arriesgo a escribir tu nombre en un momento que no está escrito.

Escucho la advertencia de la historia y, esta vez, solo me preparo para no saber qué sigue.

10 de febrero de 2023

Sintonía disímil

te vi venir, Tebi

como conejillo de indias

mal traducido

casi le pego así a tu apellido

hyphenado pa que suene más acá

 

bien-pinche-intenso

desde Michoacán

andaba ya bien inspirado

año dosmil y algo (ochenta y seis, en realidad)

pues hasta de los amigos del pasado

pudimos encontrar tema común

 

como aquél mamador

yo quería mamar

con la lengua

abrir alguna compuerta

ser la clave de algún círculo-futuro-anterior

 

pero mi lengua y tu lengua

no se encontraron

hablaron de algo no nombrado

del disgusto de un solo taco

de ojo, de trompa, de dos

 

empecé por la oreja

chiquita y bien pegada

también, obvio, agujerada

así como manda dios

 

¿crees?

¿todo o nada?

¿coincidencia?

ya después de treinta y tantos, todo es ciencia

y la magia queda relegada

al recuerdo de los dos mils

 

en una botella de vodka quebrada

en la vergüenza de ser quienes somos

de desear lo que deseamos

desde el nivel rodillil hasta el álmico

pasando por lo pragmático

y (casi) llegando

de mis cosquillas a tu fin

 

me regalaste este poema

si puedo llamarle de alguna manera

inspirado en el silencio

de lo que Arjona nunca enunció

 

te lo regalo de regreso

hazle espacio en tus oídos

del círculo conversacional al infinito mal dibujado

déjame abrir con la clave de lo disfrutado

y cerrar con la imperfección en que te-bi.

3 de septiembre de 2021

Agua distancia

Agua distancia

En la sangre, con sal

En el mar, con glóbulos indiferentes a la saciedad

solito

Lobo que ladra y dice: estoy aquí, amigos, solito

Pero no lo está

No puede o no quiere, da igual

Es lo mismo

¿Quiénes son esos amigos?

¿Quién el lobo?

Estepa

Río

Croqueta-coqueta

Premio del ayuno cuatrianual

Cada cuatro hay un mundial

Y copas hay a cada rato

Relato

¿O verso?

A veces prosa, a veces trato

Sigo en eso

Medicina:

Ves pasar los años y esperas sin emoción, muerte

¿Esperas con ella?

¿La sostienes?

Donde empieza tu espiral, termina

Que cambio

Qué cambio

Que cambió

¿Qué cambió?

Extrañas, ¿sabes?

Desde una mesa redonda en donde se juega con la fantasía de la exploración en agua abierta sobre las posibilidades que nunca ocurren y burbujean deseos apagados por el dominio y el control de uno mismo

De pronto lento

Proclive

Capaz de muchas digresiones

El mundial en Francia terminó en agua

En el baño

Un año

Después

Lugar sagrado de iniciación

Y final llúvido

Pero el aire sopla afuera

Sopla fuera

Sopla fuerte

Fue suerte

¿Hablé ya de la muerte?

Me abordó otra vez el verso

Mucho menos terso

Esta vez

Disgrego

Me obligo a sentir cosas que antes sentía desobligadamente

Antes mis sentimientos me obligaban, más bien

Y no sé a qué

¿Poesía?

Mis referencias son limitadas

Alcanzan poco

Un lote baldío

Una noche, quizás

Amor: ¿le sobra o le falta?

Embeses

De arriba y abajo, pero va:

--

Cuento encuentros de cuatro paredes

Cuartos

Cuatro de fantasía clínica

Por el espacio de sagrado resguardo al corazón

Con razón

Comparto

A veces me aparto

Para hacer otro trato: compromiso

Duele

Para que no duela todo tanto todo el tiempo

Compro

Mi

Sostén

No llegamos, ¿verdad?

Nadie te ve, ni te oye: ¿Ayuda?

Supongo

--

Hablamos

(parte como ocho, de nosécuántas)

Te hablo pues, que así es esto

De uno hablar, esperar y que le hablen; cuando uno se da a entender y le escuchan…

Tengo una afición por los tres puntos suspensivos. ¿Elipsis?

Y por escribir con la soltura de la descripción prosaica. Me pregunto qué relación tendrá la palabra prosa con prosaica.

Te hablo, decía.

Disgrego a menudo, pero en prosa me resulta más fácil hablar de ello.

Es fácil encontrarte en cualquier lado.

Si tu canción (inventada desde la asociación conductual) suena.

Si la hago sonar.

Ahora, suena.

Ahora, la hago sonar,

No puedo ponerle pausa

Es la adrenalina la que me domina, siempre quiere más.

Cuando paro, no paro

Cuando paro y no paro

Cuando no paro y paro

Cuando no paro, paro

Tranquilidad eólica

(aprovecho el paréntesis para decir que me fui a las asociaciones libres que me constriñen: hablo de mí)

Hablo de mí…

Paré…

Por hoy.

18 de diciembre de 2020

Ermanando

Escríbeme un cuento de ciencia ficción.

El futuro prohíbe (¿dilata, transforma?) la autobiografía.

En futuro histórico.

¿Qué es eso? Preguntas.

No sé.

Lo estoy inventando.

El gerundio como enemigo.

El futuro como acceso.

Amigar enemigos.

Trazar puentes para entender de cerca lo que de lejos solamente se puede contemplar.

¿Qué encuentras entre lo que ocurrió ayer y lo que ocurrirá mañana?

Lo que está ocurriendo hoy.

Lo que siendo enemigo deja de serlo.

Casi a nadie le gusta escribir sobre futuros tristes.

Las historias de zombies siempre tienen un pequeño final feliz.

Las de viajes interestelares.

¿La tuya, en el 2033?

Ejemplo:

Está haciendo frío.

(futuro continuo histórico):

Estará haciendo frío.

Estaré abriendo la ventana.

Estará acercándose al final Aquiles (¿ya lo estaré llorando?).

Estaremos hablando.

Comiendo pizza pizzazz.

Bailando.

Sintiendo vergüenza. Disfrutándola.

Habiendo salido de un estanque, estarás criando un hijo.

Dos.

Te estarás criando a ti misma.

Te estaré admirando tímida.

Estarás haciendo la autobiografía de alguien más que no estás siendo tú hoy: estarás siendo ella entonces.

Un coche (dos, doce) estarán volando (¡por fin!).

Estaremos riendo. Habiendo llorado. Sabiendo más. 

Estaremos siendo Ermanos.

De amor infinito que estará entonces, como ayer y como hoy, inagotándose.

13 de junio de 2020

Sala de espera

Era rítmico, Gonzalo (te escribo).
Arritmia en la explicación, pero desde el ritmo de la experiencia.
¿Sabes? Buscábamos lo opuesto al mismo tiempo. Y, aunque nos haya unido la distancia, nos separó el aterrizaje.
Por un momento largo, de casi dos años, pensé que fue la política. La trasformación cuatro veces pronunciada bajo la boca y sobre la mesa.
Pero no.
Era lo que buscábamos.
Buscar, pues: era eso.
Fue eso.
Es eso.
Es.
Que nos encontramos desde antes, claro.
Porque tú me buscaste y yo te esperaba desde diez años antes.
Te cuento y me entiendes:
En el año 99, se me ocurrió practicar con la idea de tener amigos, de modo que salí al cine (mi mamá me llevó) e invité a los que sonaban buenos candidatos. Estabas tú (entre los candidatos). Nadie llegó.
Luego, en el 2009 me invitaste. Y ahí hicimos click durante otros 10.
Luego se fue.
Regresará.
Me refiero a que nos encontramos en una sala de espera.
La vida se mide en ciclos de 10 años.
Décadas, que les llaman.
¿Recuerdas el paso a cuatro manos?
Fue hace seis. Más para allá que para acá.
Quiero decir que, aunque nos tomó 10 años la sincronía, por un tiempo la encontramos.
Y luego nos consolidamos en una sala de espera. Tú esperabas "florecer" a través de no necesitarla a ella, o de necesitarla en la memoria. Tu florecimiento era aprender a estar solo.
El mío, aprender a estar acompañado.
Buscaba la fantasía de compartir la vida con una pareja.
Te moviste hacia un lado y yo hacia otro.
A ti algo te secuestró más pronto (intuyo, imagino, hipotetizo) de lo que te tocaba.
Y tal vez (intuyo, imagino, hipotetizo, invento) sientas que te hayan robado un pedazote de juventud. Te escapaste a tiempo.
Tal vez tu fantasía era saborear la soledad.
Insisto en que intuyo e hipotetizo porque he dado tantas cosas por hecho que me he perdido de la posibilidad de escuchar, muchas veces, la realidad.
Porque, cuando llegamos, al mismo tiempo, no fue a ningún grado académico, ni a ningún plano geográfico.
Tampoco a una diferencia política.
Llegamos al sueño y, punzándolo, se convirtió en realidad.
Tú de liberarte, y sin saber cuánto costaba.
Yo de hacer un nido, ignorando lo mismo.
Será que, cuando acabemos de pagar, nos volveremos a encontrar.

13 de mayo de 2020

Abril en mayo


Antes lloraba mucho. No sé por qué dejé de llorar.
Sí sé.
Pero me da miedo.
Porque me gustaba llorar. No mucho.
O sea.
No me gustaba mucho llorar mucho. Ni me gustaba llorar mucho.
Sólo me gustaba llorar. Así. De vez en cuando.
Sólo que antes lloraba mucho.
Mi papá me enseñó que estaba bien ser hombre y llorar. De ahí el choque del espíritu cuando me ridiculizaban por llorar y me decían nombres despectivos asociados.
Es que, decía, dejé de llorar. Al menos, dejé de llorar mucho.
Y el miedo a reconocer por qué es que llorar (mucho o sin adverbios) me daba más de lo que me quitaba. Me daba paz en medio de la tormenta de las emociones sin regulador.
Luego encontré una reguladora que me encontró a mí.
Y ahora, no llorar (con adverbios de más o en su ausencia) me da más de lo que me quita. Me quita que extraño y recuerdo. Me da cierta paz a la que, con el paso del tiempo, le he llamado madurez.
Hace cinco años salí del infierno. Lloraba mucho y lloraba sin control.
Afuera ahora, lloro poco.
Mi hermana me hace llorar a menudo.
Hubo mucho tiempo en que quise ser escritor. Ella sí lo hizo. Es escritora. Entonces escribe cosas desde el corazón, con el corazón y para el corazón. Fuente, arena y destino, su escritura se caracteriza por tener siempre mucho corazón. Entonces lloro mucho cuando leo las cosas que escribe. Y ese es ahora mi desregulador necesario que a veces extraño. Extrañar es lo que me quitó aprender a no llorar tanto. Vivir es lo que me dio.
Mi hermana me inyecta vida con esas extrañezas que hace bailar en mis sentimientos cuando escribe y, sin querer, o sin saber, me hace llorar.
Ella, decía, sí se hizo escritora, y tal vez yo quería serlo por esa parte de uno que siempre quiere ser como una parte del hermano, cuando hay. Ella siempre cuenta chistes que no siempre le llegan a los míos. Y es su parte que puede querer ser como la parte del hermano que soy yo: hacerla reír.
Los dos maduramos en nuestros propios árboles y jardines y con nuestros propios relojes y bajo nuestros propios criterios.
Después de casi un año de no tocar las aguas azules, esta escritura es un homenaje a esa parte que admiro de mi hermana: cómo escribe y cómo en ese tejido referencial de relaciones arbitrarias que son las letras, me toca siempre el corazón.
Yo me emociono mucho cuando, por teléfono, por video, o por accidente en la calle, la hago reír y volvemos a ser esos niños que pelean con almohadas hasta hacerse lo que el otro más quiere, aunque sea sólo por un ratito, antes de regresar a sólo ser, transitando siempre por estar en donde el otro más lo necesita.

24 de agosto de 2019

Dr. Arritmia

La arritmia del mundo, su baile a destiempo, no era del mundo, sino de cómo lo miraba.
Hace años, un amigo me extendió la mano y decidí tocarla. Estabas ahí, Silvestre.
Luego fuimos aprendiendo a jugar juegos nuevos, a nombrar otros nombres, a tomar tiempos atemporales; ensayos c(l)ínicos de mirar la luz de la noche y mojarnos en su sequía. Eso pienso: aprendimos. De uno, de otro, de los dos, de nosotros.
Qué nos unía, qué nos separaba. Cuándo estuvimos cerca, cuándo lejos. Dónde hubo ganas de seguir, dónde de parar.
Y el corazón siguió latiendo.
El alma refulgiendo.
La voz palpando.
El nombre recordando.
Y el sonido del silencio.
Fue un café a las ocho de la noche, porque los de la mañana, sin ti, no contaban.
Qué nos juntó: decidiste que seríamos amigos. Yo acepté. Qué nos separó: siempre me costó trabajo creer.
Entramos después en arritmia, en baile a destiempo. No es la amistad, sino cómo la miramos.
Hoy, desde la memoria.
¿Será que llegamos al mismo tiempo a esa tierra prometida? ¿Será que palpar esa fantasía imposible solo sería posible si le desdibujábamos el sueño? ¿Será que lo necesitábamos?
Llegamos, Goncey (mi amor así te nombró).
Llegamos, cada quien por su lado, a donde queríamos llegar juntos.
Estar juntos nunca estorbó para estar, para querer llegar a algún lugar.
Estar lejos no estorbó para llegar.
Punzar esa burbuja del deseo de florecer tarde y, por fin, florecer a tiempo.

2 de abril de 2018

Persiguiendo escapes

Mil veces me he querido escapar. Mil veces lo he hecho.
Pero hoy me quedo.
En tu voz, ploqui.
En tu llanto.
Con tu visión en blanco y negro desarrollaste ese tacto cromático.
Vidente de montañas nocturnas y paisajes llenos de luz.
Tu predicción educada facilitó el espacio para lo que ahora ocurre.
Acostados, hablaste de dos complementos. Para mi alma que, cansada de nadar en ríos-misterio, encontró tu laguna de profundidad infinita.
Para tu oculto amor que, cansado de escondites temporales, encontró refugio.
Al mar abierto le tengo miedo.
Al espacio exterior.
A esas estrellas a miles de años luz de distancia.
Porque nuestra vida da para una sola estrella.
Tu predicción habló de que sea ésta la nuestra.
Si me escapo, será en tu mano, agarrado fuerte.
Estrella-guía, construimos este cimiento dinámico y digno.
Afuera nos mueve la amenaza de que la casa se derrumbe, pero el sótano no es la respuesta: es la azotea.
Tu antena en mi tele.
Mis subtítulos en tu película.
Calculamos no el riesgo de no volvernos a ver, sino el riesgo de vernos bien, de cerquita.
De cerquísima.
Con mi miopía a la distancia desarrollé este tacto geográfico de mapas internos y viajes orientados por el viento.
Le pusiste música a mi monólogo y lo convertimos en canción. Le puse letra a tu afecto y bailamos.
Tantas veces como mi obsesión por tu amor te nombre de manera consecutiva.
También en silencio:
Puedes llorar todas las veces sin pedir perdón.
En un video pateas la pelota con tu propia gracia y entrelazas deseo con disciplina para que entre en mi vida.
Vamos persiguiendo nuevos escapes ahora.
Ahora que tengo con quién escaparme, no de quién.
Ahora que encuentro un jardín fértil, no una semilla aleatoria.
Ahora que construyo en la vigilia y no en el sueño.
Despiertos, cuidando la realidad del otro a través del cuidado de nuestra propia realidad.