Lucía templada la noche.
Hacia el final, caminando, te dije que me gustabas tanto que podría despertar a tu lado, en la mañana. Una vez, dos veces, 27 veces.
41 veces también; con sus respectivas noches antecedentes, y con los astros alineados en virgo, ascendente aries.
Lucía: el cambio de temperatura de la noche se estancó en mi espacio.
Fue mi corazón quien se sintió en desventaja. En parte, claro, porque dije que me gustabas un chingo cuando lo que correspondía era escuchar a la atracción. También porque al acto de decirlo no le correspondió nada.
Y es que la semántica me significa lo más relevante para el primer encuentro entre dos mentes. Sus campos, sus archivos, su arte, sus orígenes.
También quedarme en mi estanque fue, paradójica y parabólicamente, abrir algunos de los archivos secretos de mi historia, casi sin trabas. Quiero decir que mostrarte mis trabas (la marca de mi trauma origen: el amor a cuentagotas) fue también un ejercicio denso en fluir.
En mis campos semánticos, la atracción, el gusto y el amor, se van redefiniendo por etapas, como una constelación en formación: polvo cósmico en tránsito estelar.
Así, la osadía al decir "me gustas", en vez de decir "me atraes", me transparenta primero conmigo: los cuerpos centrales de este polvo cósmico siguen siendo nebulosas.
Hacia la última vuelta, recalculé y recomputé el camino; mientras nos movíamos en círculos, mi discurso se enredó en otro círculo, contradictorio; y confieso que, aunque no sabía qué buscaba hasta antes de la primera taza de té, me encontré de frente con la belleza de tus cejas enmarcando tus palabras en tres dimensiones.
Primero, escuchabas muy atenta. Luego, dejaste de escuchar.
Y entonces te dije, desde luego: "me gustas".
Realidad virtual
da paso a una única salida
de la dimensión restringida
y a un contacto lateral,
tímido en la espalda
mi cautela, afuera, al transitar
es para cerrar los ojos y respirar
y escuchar cómo el pasado también respira
mi mano apenas en tu cuerpo
tacta la temperatura del agua
siento cómo el frío atrapa
a la mente en un proceso que no fragua
abrirse a sentir significa estar vivo
la antítesis de mi contradicción
es que mis manos no necesitan explicación
para sentir que, simplemente, no ocurrió
Al final, un giro de volante inesperado nos colocó, a tiempo, en la entrada de tu edificio. Y me bajé del carro para volver a consultar con el tacto lo que mi mente bloqueaba: la temperatura y la química de nuestras aguas en libertad buscaron sin encontrar.
Metafóricamente, podría volver a recorrer tu camino para intentar encontrarnos (una vez más, sin número). Pero los estanques dicen más vacíos que llenos: el puente tenía un candado sin llave.