26 de diciembre de 2011

Brillar en pedazos

La energía se mueve en rutas cíclicas. Y, aun con obstáculos en el camino, sólo conoce el origen al llegar al final.
De inmediato desconozco un pedazo brillante. Fulguroso. Veo el camino hacia la oscuridad iluminado. Al recorrerlo tiembla el piso y me quedo sin fuerzas para sostenerme en pie: la energía que sólo se transforma. Sentado y a ciegas pienso para dejar de sentir. Respiro lentamente mientras el aire se convierte en un flujo frío de sueños congelados. Para que la luz tenga sentido tiene que existir la oscuridad, pienso. Y para la música, silencio. Para el calor, frío. Quietud, para el movimiento.
Corro en círculos: no sé de qué huyo ni qué persigo. Pienso en una paradoja y al querer describirla me convierto en serpiente y me muerdo la cola. Después ya no quiero decir nada porque tengo miedo de no entender mis propias palabras. Busco la manera de fingir autenticidad y encuentro la verdad en un engaño del que ya no soy capaz. Tengo miedo de transformarme.
Afuera —mientras esto ocurre— el viento y el mundo hacen ruido, pero no quiero escuchar. Abro sólo una pequeña ventana y el mensaje es contundente: puedo evadir la realidad pero no puedo evadir las consecuencias de evadir la realidad. Duele. Tanto que me inundan las ganas de salir de mi encierro; pero me siento débil y desprotegido. Tanto que me invento una máscara con los retazos de un recuerdo incierto. Duele tanto que intento convencerme de que se trata de una broma, es sólo que no encuentro la manera de reírme.
Adentro (hay cosas que se quedan guardadas) busco brillar en pedazos para encontrar la oscuridad; tal vez así se quede atrás. Pero los puntos no se conectan, a pesar de ser tantos. Las líneas y los canales tienen rutas desconocidas, y no me atrevo a navegarlas. Descubro una trampa temporal que me permite enfrascar el tiempo perdido inútilmente, pensar que nada fue inútil.
Imagino árboles e intento narrar una historia que hable de un bosque, pero me pierdo. Imagino agua y trato de inventar un relato que salpique, pero me ahogo. Imagino el mundo y siento ganas de hablar de un viaje desconocido, pero olvido mis dimensiones y lo convierto todo en un círculo.
Desde un pedazo brillante, enfrasco el tiempo que he perdido al imaginarme imaginándomelo todo. Y pienso en lo que he ganado: un origen; caminar al fin.