24 de diciembre de 2013

Aprendiz eterno

Un rayo parte la noche en dos colores que permiten adivinar que hay un algo que se está cerrando para dar paso a un otro algo que, desde hace tiempo, se quiere abrir.
Sentado en la orilla de lo indescifrable, un pequeño sueña con un día hacer magia y transformar el miedo en amor. Pero, siente, le falta fuerza.
El miedo en esperanza. Pero, siente, le falta ilusión.
La quietud en movimiento. Pero, siente, le sobra filosofía.
Se sienta en medio de los dos colores que la morada calma previa al estridente sonido le regala.
"No temas", escucha en un instante infinito que de inmediato se desvanece.
Dos fuerzas amables que contrapuntean.
Crear para destruir. Destruir para crear.
Cerrar para abrir. Salir para entrar.
Y quiere hablar, pero estima conveniente guardar silencio primero.
Un trueno parte la noche en dos ecos que indican que el camino es hacia adelante. Ni hacia arriba ni hacia abajo: hacia adelante.
Ha aprendido, y no puede dejar de aprender, y sólo puede aprender. Por eso suelta.
Se suelta.
Continúa, sigue. Mira, y, con temor, vuelve a despertar.
Es la magia que le ha regalado la vida la que lo mueve ahora.
Vuela el miedo a caer. Camina el miedo a tropezar. Sube el miedo a bajar. Se va el miedo a estar.
Pasadas unas horas, vuelve a salir el sol, otra vez.
Llega así el día que, sin quemar, ilumina un nuevo equilibrio. Se llena de una débil fuerza que, a fuerza de olvidos, hace posible recordar.
Y, con silente magia, dice así:
No lo entiendas, siéntelo.