23 de diciembre de 2015

Abierto

Verla sonreír es dejar que la libertad me atrape. Estar cerca es bailar en la arritmia del mundo. Tocarla es saborear un pan dulce y esponjoso.
Hay amores que no se pueden nombrar.

16 de noviembre de 2015

Espejismo

Bebo el agua de mi espejismo, sabe amarga. Desafiando la gravedad, subo esperando no bajar, pero siempre bajo.
Me gustaría ser menos esfuerzo y más chispa. Más flujo y menos viscosidad; pero el agua de mi espejismo queda lejos: es un oasis que nunca ocurre.
Y me miento esperando en un hoyo, en medio del desierto. Esperando que el tiempo pase y me regale la bendición de lo que no puede ya ocurrir.
El camino es sinuoso. Y las ilusiones on completas. Llegar sin la necesitad de partir.
Pero no, el camino, cualquiera, implica movimiento, con o sin ayuda.
Llegaremos, aunque sea al prometido espejismo, en donde la ilusiones s renuevan despojando de vitalidad a la realidad.

21 de julio de 2015

Hasta Brooklyn

Amar es más dañino que extrañar.
Te amé.
Blanco multicolor.
Tatuajes estriados que para siempre hablan de las etapas de la idiotez:
Extrañarte.
Te extraño como puedo decir que extraño el sabor dulce cuando despierto de madrugada con ganas de azúcar.
Si me aguanto, pasa.
Como todo pasa también.
No por lo que era sino por lo que pude, pero ya nunca fui.
Se encoge la piel, guardiana del alma.
Se agranda el alma, escondite divino.
Correr y correr.
Escapar de estarse persiguiendo: la serpiente que se come a sí misma porque de los demás está ya harta.
Y porque puede.
¿Qué sabor nuevo encontrará al morderse? Lo que da vida, mata.
Todo tiene algo de remedio en su veneno.
Hasta morir.
Si algo he aprendido del amor, mi amor, es que se acaba.
Es una broma práctica: llega más lejos que cualquier palabra. Y se acaba.
Te extraño a morir.
El extraño calor de tus brazos.
Siempre insuficientes para quien tiene el problema más grande del mundo: cargar consigo mismo.
Ni los brazos más grandes dan para cargar con uno mismo, por eso te pedí que me cargaras.
Qué lejos, Miriam.
Hasta Brooklyn.
Qué lejos de mí. Qué cerca de la madrugada.
Te vuelvo a inventar y me subo a tu memoria.
Incómodo e innecesario.
Azúcar.
Nunca, qué bueno, te hablé de la cubana.
Silencio dulce.
Y lo que daría por escuchar otra vez tu silencio. Ternura.
Azúcar en cantidades industriales. Azúcar tanta que haga daño.
Todo en exceso empalaga, hasta extrañarte.
Esa lucidez de cuando callabas y lo entendías todo. Yo sé que lo entendías todo.
No te quiero olvidar. No podría.
Ya lo he intentado.
Lo lograste, ricura.
Yo, en cambio, no.
Cómo nos fuimos a encontrar.
Iteración de la quietud.
Como la luz cuando deja de entrar por la ventana.
Aquél febrero catorce, ¿te acuerdas?, que nos escapamos.
Persiguiendo el amor.
Porque escapar es perseguir.
Y nos perseguimos hasta perdernos.
Oscuridad de un cuarto sin luz.

3 de mayo de 2015

Punción

La burbuja del deseo lleva siempre contenidos misteriosos.
No se toca.
A punto, es sentir muy de cerca la más real de las fantasías.
Es la respiración que se escucha entre dos que usan la boca para hablar un lenguaje infinito sin decirse nada.
Es la mirada que se pasma entre dos que a propósito se vuelven ciegos un instante que dura todo el tiempo.
Es el juego de dos que se tocan y tocarse es tocarlo y tocarlo es punzarlo.
Es el deseo de descubrir de qué está hecho el deseo.
No se toca: para qué averiguar.
A veces de carne, a veces de agua, a veces de nada.

13 de abril de 2015

Límite de velocidad

Salí a ver hasta dónde llegaba el límite de mi pasado. Si todavía pesaba. Si aún su nombre era estorboso.
Dispuesto a averiguar si lo derivado del primer evento trágico seguía manifestándose en cada nuevo segundo, entendí que un límite es la instancia en donde algo, cuando llega, se convierte en algo más.
La frontera de lo indefinido. La exactitud de lo inespecífico.
El presente sólo tiene dos límites. Lo trágico quedaba atrás y un nuevo dulce llegaba en sus labios.
Olvidándome por un instante de mi memoria, subí viejos peldaños para dejar la escalera y pisar por primera vez una nube hecha de palabras esponjosas, caricias húmedas y besos eléctricos hasta que el límite de velocidad me dejó con ganas de más.
Porque el tiempo se mide en eventos.
Sentir sus manos pasar por la espalda de lo que se va y convertirlo en la cara de lo que llega. Bailar, de nuevo, por primera vez. Buscar el día siguiente y no el anterior. Sacudirse la lluvia y trascenderla.
Los breves chispazos de eternidad que dan forma al amor son límites invisibles que transforman el miedo a caer en ganas de seguir subiendo.



4 de abril de 2015

Salmón

Cae, saludable, la tarde y en un botecito de atún cabe una ilusión que me hace sentir hormigas en el corazón.
Se lo termina y queda vacío.
Mira hacia otro lado, no parece interesarle mucho lo poco que ofrezco: meses de una recuperación que, tras cuatro saltos mortales, parece imposible. Ahí ha estado casi todo el tiempo. La veo y me ganan las ganas de mirar hacia otro lado también. El secreto me lo callo esta vez; no vaya a ser que hable de más y le dé algún motivo para desmotivarme.
Después de tocarle la mano siento hormigas que se diluyen a once pasos de distancia: quedamos muy lejos. Como salmón cuesta arriba, se resbala de mi corriente. Busco entender cómo, viajando en otra dirección, su esencia me nada tanto y tan profundo.
Desvío el tino y espero. Bajo quieto la escalera y una cómplice me sigue junto con la posibilidad de pensar, por fin, en alguien más. Pero el encuentro me hace perder las formas y me deja dudosamente satisfecho: pienso en ella todo el tiempo.
Subo sudado y volteo al piso, no sea que le importe.
La miro después, no sea que le deje de importar.
Su mirada promete una ausencia que duele: no es la distancia, es la corriente.
Tras mucho atender al celular, se despide conforme el sol se mete; un océano de indiferencia barre con todas mis expectativas.
Sin ella me siento seco. Por eso mojo y mojo una sed insaciable en lagunas ajenas. Me pierdo en la idea de que sólo su mar me llenaría.
Como los años se miden con agua, zarpo sin mirar el reloj: hoy no es el día.

20 de marzo de 2015

Sobre mi sábana

Tras nueve meses en convalecencia, cambié mis días por los tuyos. Algunas curaciones exigen sangre.
En un encuentro, el fantasma de su ausencia se desvaneció, optando por dejar una mancha en la sábana que, como magia, también se desvanacería.
Qué más daba la duración. Imposible pensar en el tiempo cuando llegaba el día de adelantar el mañana.
Intercambios cortos de miradas mientras el calor me daba un pretexto para volver a confundirme y aceptar que la sobreinterpretación regala pretextos para inventar metáforas de albercas llenas y vacías: cuando hace mucho mucho calor, lo más sensato es meterse a nadar; si no hay suficiente agua, el dolor posterior al salto permite llenar las cosas con agua salada.
A la distancia, una espuma misteriosa me recordó que el anquilosamiento era cosa de la imaginación; que, con suficiente imaginación, todo tiene remedio.
Y sí, algunas curaciones, recordé, exigen sangre. Retornos cíclicos.
¿A dónde me llevaría este nuevo baile horizontal?
Con la ventaja de quien espera poco para llegar a una meta indefinida, la invité a salir para entrar. Sin pensar demasiado, dijo que sí.
Reanudé mis instintos más solitarios en el confinamiento que me regaló su tranquilidad.
Me quedé a la mitad: leí un gesto misterioso, algo así como que quería más y no supo cómo pedírmelo.
Tampoco supe cómo seguir.